CIEN Y OCHO OCTUBRES

CIEN Y OCHO OCTUBRES
De repente me di cuenta de que el devoto pueblo ruso ya no necesitaba sacerdotes que los llevaran al cielo con oraciones. En la tierra estaban construyendo un reino más brillante que cualquier cielo pudiera ofrecer. ― John Reed, “Diez días que sacudieron al mundo.”

Cien y ocho Octubres

Ricardo Fuentes Lecuona - Editor General

Cien y ocho octubres han pasado desde que el eco de la Gran Revolución Proletaria sacudiera los cimientos de la historia. El estruendo de la artillería del crucero Aurora, el vigor del asalto al Palacio de Invierno, la exuberancia de las y los trabajadores, existen aún en cada acto de resistencia contra el Capital y sus verdugos, pues la lucha por la emancipación de la humanidad continúa en cada esquina del planeta.

Cien y ocho octubres nos aseguran que la victoria es posible, aún cuando la maquinaria del Capital se aprecie invencible ante nuestra frágil individualidad. En diez días, las mujeres, los obreros y los campesinos de Rusia enterraron mil años de zarismo, y sobre sus ruinas comenzaron a construir algo nuevo, algo tan radicalmente nuevo que tantas generaciones después seguimos anhelando alcanzar.

Cien y ocho octubres nos demuestran que, aunque las condiciones hoy sean profundamente distintas a las de aquella Rusia, las exigencias de Octubre delineadas por Lenin siguen tan vigentes hoy como hace cien años. “Paz, Tierra y Pan” fueron la vanguardia contra la guerra entre los pueblos, contra la acaparación y contra el hambre ¿Acaso no es por esa misma paz, esa misma tierra y ese mismo pan por lo que hoy seguimos luchando?

Cien y ocho octubres nos alumbran con la esperanza de que la emancipación de la humanidad pondrá fin a toda explotación, a la acumulación de las riquezas de la Tierra en manos de unos pocos y a la mercantilización de la vida misma. En la oscuridad de la tiranía, la explotación y la injusticia, se alzará siempre el alba roja de Octubre.


PAZ

Ricardo Fuentes Lecuona - Editor General

El Plan de “paz” impulsado en Gaza por los mismos que vetaron ceses al fuego en foros internacionales, los mismos que llamaron “legítima defensa” y lucraron de la matanza de niños, los mismos que se negaron a nombrar el genocidio y ahora quieren colgarse la medalla de pacificadores, no es una evolución moral sino la fase final del blanqueamiento del genocidio, donde sus administradores buscan escribir, en sus términos, la historia de la “reconciliación”.

El verdadero escándalo, lo que este “plan” y sus promotores felizmente ignoran, es que “Israel”, el “Estado” culpable de atentar contra la propia existencia de un pueblo entero resultará impune y seguirá armado y gozando del apoyo incondicional de las “democracias” occidentales. Es increíble ver cómo quienes exigen que Rusia pague por la reconstrucción del este de Ucrania se niegan incluso a pensar en esta responsabilidad para Israel. ¿Qué le dice esta “paz” al mundo? Que incluso los mayores crímenes cometidos por occidente y sus aliados quedan exentos de la más mínima responsabilidad.

Y no sólo es la falta de responsabilización, pues de entrada el fascismo no sabe leer: Desde los tratados de Versailles, Munich, Oslo, etc., sabemos claramente que una hoja de papel entintada jamás ha limitado las intenciones genocidas del fascismo. Para los fascistas, los tratados están para romperse.

Un tratado más, sin el desarme del sionismo y sin sus líderes en La Haya es eso: un tratado más, no una verdadera solución. Celebro que la población de Gaza tenga menos de que preocuparse como resultado inmediato del tratado, pero temo a que no sea el fin de sus aflicciones.

Temo, además, que los ojos del imperio voltearán a otros pueblos para saciar la perpetua sed de sangre del complejo militar-industrial. El fascismo buscará la destrucción de un nuevo rincón de la tierra para justificar su propia existencia. Temo que hoy se está manufacturando el consentimiento para un nuevo “proyecto” (invasión, saqueo y destrucción). Temo que el enfoque de los Nóbeles y las declaraciones de los think tanks y los medios occidentales no sean coincidencia y la mira del fascismo apunte ahora hacia la invasión, saqueo y destrucción de Venezuela bajo la excusa de la “democracia”, como fue en Libia, Irak, Afghanistán, Congo, etc, etc, etc.


Tierra

Ricardo Fuentes Lecuona - Editor General

La tesis leninista de “tierra” en el contexto de la revolución proletaria de 1917 se refiere principalmente a la socialización del sector agrícola: a arrancarlo de las garras del feudalismo y el mercado y depositarlo en manos del pueblo trabajador.

Evidentemente se podría hablar de la exigencia por tierra en este contexto, particularmente cuando se trata de tierras indígenas, ejidos, minifundios, etc. Sin embargo, me permito argumentar en estas líneas que la lucha por “la tierra” además de incluir los preceptos de los grandes revolucionarios campesinos y proletarios en cuanto a su propiedad, la lucha de hoy por la tierra incluye, escencialmente la lucha por la Tierra (el Planeta).

Una cuestión que ciertamente se discutió por los revolucionarios socialistas, pero tal vez no con la misma urgencia que el dia de hoy, es el riesgo que implica la aceleración del capitalismo particularmente en torno a su explotación desmedida e innecesaria de los recursos naturales. Es evidente que hoy, el mayor riesgo al medio ambiente (y ojo, por extensión a la vida humana) sigue siendo el capitalismo industrial.

Por mucho que el Capital nos diga a través de sus think tanks, de sus administradores políticos y sus medios de manufactura del consentimiento, el uso doméstico de recursos como agua, combustibles, etcétera, no es verdaderamente el origen del cambio climático. En realidad, las verdaderas fuentes del uso excesivo de los recursos y los contaminantes son, indudablemente, las megaindustrias y su insaciable sed por hacer dinero a toda costa, incluso la propia existencia de la vida.

Tenemos suficiente ropa para las siguientes 7 generaciones, suficiente producción de alimentos para alimentar a cada ser humano en el planeta y unos mil millones más, suficiente agua para cubrir las necesidades básicas de todos y todas. ¿Por qué, entonces, hay escasez? ¿Por qué se destrullen toneladas métricas de comida? ¿Por qué hay tanta ropa en los basureros? ¿Por qué nos racionan el agua? Porque el Capitalismo ha mercantilizado tanto nuestras necesidades básicas de la vida que encuentra mayor incentivo en limitar su acceso si eso significa mantener su modelo económico de enriquecimiento ilimitado.

Además, hoy en día que es innegable la destrucción del planeta, el Capital vive tranquilo sabiendo que las inundaciones, las hambrunas, las olas de calor, les llegarán al final. Que mientras los campesinos vean a sus campos morir de sed, la gente caiga muerta de golpes de calor y pierda sus hogares, ellos disfrutarán cómodamente de sus campos de golf, de sus aires acondicionados, de su tercera o cuarta vivienda, etc.

No podemos pensar en frenar este tren sin detener su motor: el Gran Capital y sus quislings políticos. Mientras sigan coludidos para robarle el agua a los pueblos, llenarla de azúcar y vendérsela de vuelta, y de paso también los tratamientos médicos de las consecuencias cardiovasculares que ellos mismos crean, mientras sigan destruyendo comida para mantener precios altos, mientras sigan gastando agua para que las computadoras mantengan los salarios en la baja, mientras el Capital haga las reglas, estaremos condenados.


PAN

Ricardo Fuentes Lecuona - Editor General

Nota editorial preliminar: partes de este escrito fueron publicadas originalmente por el periódico EL DEBATE el día 10 de octubre del presente año bajo el título “Apoyo crítico a la manifestación del 14 de octubre”, como parte de la columna de nuestro editor general, Ricardo Fuentes Lecuona. El texto en negrita indica adiciones realizadas por el autor para el presente número de CALPULELQUE.

Yo sólo quiero un mundo en el que quienes, con su trabajo nos han alimentado sin falla por miles de años, no pasen hambre por un diktat del “libre” mercado.

Los últimos años han visto el crecimiento de la dominación de las corporaciones multinacionales en la producción agrícola, con el consentimiento del Estado Mexicano. No es una coincidencia que sea durante las negociaciones del TMEC que el Gobierno se deshace de (o debilita sustancialmente) los apoyos al sector, los precios de garantía y las instituciones de crédito agrícola.

Luego dicen: “el campo no es competitivo a los precios del mercado”. Pues claro, el campo no será competitivo si se le abandona, y qué coincidencia que se le abandona justo en este momento decisivo en el que se pretende inundar al mercado nacional con producto extranjero. La política agrícola del Estado Mexicano, si se le puede llamar así, (realmente es una política anti-agrícola) es uno de los ejemplos en los que el Estado - tan obsesionado con su discurso de “soberanía”, está abandonando a las y los trabajadores mexicanos a los intereses del mercado. Su obsesión con invocar ad nauseam la noción de “soberanía” parece, en realidad, venir de la compensación de una inseguridad profunda: saben que están vendiendo al país y su futuro a los intereses del Capital-militarismo anglosajón.

La lucha de por el pan hoy también implica arrebatárselo a la bolsa de Chicago: luchar por que la comida sea para comer y no para especular. Luchar por que, como dice Tolstói: el sector del que se desprende toda actividad humana, pueda seguir existiendo en beneficio de toda actividad humana, y no sólo en beneficio del enriquecimiento de unos pocos magnates que ven en la actividad agrícola no una fuente de orgullo, cultura, unidad y dignidad, sino una fuente más de enriquecimiento a costa del trabajo y la vida de los muchos.

Exigimos:

  • Una política de precios de garantía que tome como base el desarrollo pleno del sector y no sólo los intereses del mercado internacional.
  • La restitución de las instituciones de crédito agrícola.
  • La exclusión de cereales y oleaginosas del Tratado de Libre Comercio.