Crimen y Estado

CRIMEN Y ESTADO
Ricardo Fuentes Lecuona
(Escrito originalmente en la columna "Nuestra Revolución"del mismo autor en el periódico EL DEBATE). Publicación original.
Esta semana se cuentan 10 años del crimen de Iguala. A pesar de las lecciones de la historia, esta década se ha caracterizado por la militarización, una ironía escandalosa e insultante promovida por una camarilla político-militar que busca lucrar con la violencia. El caso Ayotzinapa nos obliga a cuestionar el rol que han de jugar no sólo las instituciones de “seguridad” en nuestro país, sino también el rol del Estado mismo. Las flagrantes violaciones al contrato social que protagoniza el poder militar y paramilitar ponen a la vista las verdaderas intenciones de nuestra clase política.
Los cañones y las bayonetas de las instituciones de “seguridad” en el México moderno sólo se han apuntado hacia la propia ciudadanía. El honor de proteger a la patria no se ha presentado desde 1945, y en estos 79 años se ha corrompido por el hambre de poder, pagado con la sangre del pueblo mexicano. Cuando el poder militar y paramilitar exige su tributo, los líderes políticos, independientemente de su afiliación, felizmente proveen justificaciones narrativas y políticas de inmunidad, dejando al pueblo a pagar el precio con su vida.
La matanza de las y los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, la persecución de disidentes en la guerra sucia, la agresión contra las comunidades indígenas en Chiapas, la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y ahora el asesinato de civiles inocentes en Culiacán demuestran que la violencia estadual no está limitada a una región o comunidad. El ejercicio de la fuerza pública en contra de la ciudadanía es una constante que nos acecha día a día. ¿La respuesta de nuestros representantes? Otorgar más funciones civiles al ejército y extender el fuero militar a la Guardia Nacional.
Los crímenes de Estado se ejercen a favor del empoderamiento de sus caciques mientras su justicia los absuelve. Las supuestas transiciones políticas logran poco más que lucrar políticamente del dolor del pueblo. Es momento de revisar este contrato social, de revisar el rol de nuestras instituciones y de hacer justicia histórica en la fosa común que llamamos patria.
La historia probará que la lucha de las familias de los normalistas y de las madres y familias buscadoras será más poderosa, más firme, y más justa que todas las armas del Estado.
Los líderes vienen y van, pero el pueblo permanece. Sólo el pueblo es inmortal; todo lo demás es efímero.
Nos faltan 43.
*Artículo publicado originalmente el 28/09/2024